jueves, 7 de agosto de 2008

dieciocho

Las puertas traseras del Club abrieron para sus empleados a las cuatro de la mañana como cualquier otra mañana. Pero esta no era una mañana cualquiera. Para cuando ingresaron sus socios alrededor de las 6 todo era un terrenal caos y sucia demencia.

El primer grito surgió del locker de los golfistas de tercera edad.

El Dr. Restrepo, de 63 años, único en llegar a su ronda de 18 hoyos tan temprano, encontró su Golf Bag -recién importada desde Nueva Yól- cargada de tierra. Fue demasiado para soportarlo. Vale anotar que el hecho que sus palos –también traídos de N.Y- estuvieran refundidos agravó esa miseria material. El llanto que dejó salir durante horas fue algo femenino, pero al ver la desgracia, aquellos que fueron llegando entendieron y no lo juzgaron.

Poco después aquellos que fueron llegando se quejarían de haber sido víctimas de robo. Sus bolsas y palos desaparecidos. Víctimas del vandalismo, sus lockers llenos de tierra. Todos somos vulnerables cuando nos toca, a todos tocó llorar.

Al iluminarse las luces de la piscina, la linda tonalidad usualmente azul claro lucía negro-tierra. Yacía en medio del club un enorme Tupperware lleno de “chocolate” aguado, afortunadamente sin leche pero sí con algo de cloro extra. La clase de natación iba a tener que cancelarse.

La cocina del restaurante principal presentaba la totalidad de ollas y sartenes “embarrados” y complementando el hecho, encima de cada mesa del restaurante yacía un balde de Champaña lleno de boñiga.

Se podía encontrar tierra a lo largo de todo el piso del restaurante. De la cocina, los halls, los bolos, la discoteca. Del comedor alternativo, del gimnasio, de todo el social lugar.

Las autoridades empezaban a detectar un patrón.
Y ya tomaban nota del hecho que no había un sólo trabajador.
Se escuchaban ya voces, se les llamaba a los autores de este atroz
“terroristas de club”. Había ya una marcha planeada.

Antes sufría con la terrible inconveniencia de querer rascarse las pelotas todo el día, antes, al inicio, cuando de niño no se había dado cuenta de su condición física y la padecía. Ahora a RaSho la situación le resbalaba, había mayores preocupaciones que tener en prioridad. Desde la penumbra alumbrada con bombillos de televentas, dirigía la operación “CluSo”.

Su voz transmitía tal contenido que la masa de trabajadores de club a su alrededor dejaba pasar su rascattora mano interpantalón. Lo hacía porque Rasho hablaba de cosas importantes, enfatizaba en la necesidad de expresar algo. RaSho quería igualdad para los honestos… Pero enfocado estaba en transmitir que por ahora la payasada maestra tenía que ejecutarse. Afuera ya era de día, el momento se acercaba, y las bestias esperaban una señal de libertad.

Alrededor de las 9am, la piscina drenada ya, dejó como resultado toneladas de tierra mojada evacuada y muchos palos y bolsas de golf emparamados de agua con cloro. En la parte más baja se encontraron muchos equipos de Polo. Sillas de caballo y palos incluidos. Clorizados y entierrados hasta el punto del azul.

Apenas se escuchó en la radio (en el show sin censuras de GuGomez en Tortuga radio)
el primer reporte sobre los resultados del drenaje RaSho dio la orden. Las carpas de las caballerizas cayeron al piso, y las bestias salieron libres.

Todos los caballos llevaban a cuestas un pequeño hombre, sin silla y en total comunión. Este equipo homo-equino llevaba a cuestas un echiso trailer basado en palos de golf. Conforme avanzaban por los campos golfísticos levantaban la linda tierra y los lindos pastos. Era una rústica y divina maquina de desgarrar club social, de entregar un mensaje, parcialmente.

A lo lejos las autoridades se percataron, cuando alrededor del hoyo 18 se reunió una cantidad de hombres-equinos a (algo que no sabían las autoridades ) iniciar la escalada hacia el primero.. antes de ser capturados. Y desde allí volaron como el…afán. Al menos 20 caballos a toda la velocidad que podían usar para ser efectivos.

La policía consideró la opción de perseguir a los criminales en carritos de golf, que habían sido dejados intactos y listos para usarse, pero al darse cuenta que el daño al pasto ya era sustancial, no les importó. Mandaron la pesada… Como la pesada es pesada, terminó de destruir lo que los caballos habían empezado. Terminó también con los manifestantes, con los caballos, con todo.

Los caballos hacían lo suyo, y el resto, liderados por un hombre que jamás sacaba su mano del pantalón, marchando salió a tomar un picnic en el gran e intacto campo de polo. El resto sacó los jamones finos del restaurante, las tablas de quesos, las bebidas, los vinos y los dispuso a lo largo del terreno. El Resto puso música, sacó a sus niños a jugar, sacó balones de fútbol, cuatro sweaters y armó un partido.

Minutos después, antes de poder comer queso o meter Gol, El resto fue brutalmente atacado, callado y mandado a prisión. Por, dar un mensaje, totalmente.

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