lunes, 26 de julio de 2010

Casa, te encontré.

Ella salía de comer. Yo, vagabundeaba cerca a las canecas como todas las noches de hambre. Algo me impulsó a buscar en la parte de adelante. Su olor de pronto. Ella me vio y sonrió, luego comenzó a caminar y yo la seguí. Cruzo una calle y un barrio. Crucé una calle y un barrio, tomando unos metros prudentes de distancia para no asustarla. Ella se volteaba de vez en cuando para advertir mi presencia, para mirar mi tierna y sucia cara.

Llegamos a la puerta de su edificio. Pensó en dejarme afuera pero su corazón fue más fuerte. Abrió y me hizo un gesto. Entré como si fuera viejo amigo de la casa, y esperé a que abriera la puerta del elevador. Lo hizo. Unos segundos más tarde me abría la puerta de su departamento. Un lugar naranja con linda vista, y un sofá perfecto para mí.

Mugriento como estaba esa noche, caminé hacia adentro y tomé posesión del sofá.

Unos días después me llevo a un lugar donde había muchos como yo, pero encerrados. Hacían ruido, ninguno estaba propiamente contento. Ella escuchó lo mismo que yo escuché, decidió llevarme a su departamento una vez más.

Su último intento de deshacer el vínculo fue rápidamente disipado. Una pareja fue a verme y la señora comentó que yo era muy viejo.

"No importa señora, creo que con él me quedo".

El resto es historia rusa.