jueves, 28 de agosto de 2008

El vecino tiene antojo (explicit lyrics)

No me gustan las groserías. Me fascinan. En especial cuando hay motivos que me ponen a madrear casi inconscientemente. El hijueputa de abajo, abogado de narcos, se está haciendo el guevón y no me quiere pagar el arreglo que me debe. Argumenta en la voz de su secretaria que le hace falta plata. Ochenta mil putos pesos que seguro se gasta en ponerse un pelo del culo en esa golpeable y calva cabeza.

No, no soy un narco ni un traqueto. Soy grosero porque este señor me ha llevado a serlo. Cualquier día normal usted me puede presentar a su mamá y su mamá me va a adorar, pero leyendo esto sería otra historia. Puede que me diera la razón pero calificaría mis métodos de barbáricos y mis palabras de desadaptadas. No le convendría tenerme a mí cerca, a los ojos de su madre, que tan bien rodeado/a lo/a quiere.

Creo en la gente, y por eso hay límites que no cruzo. Creo que si uno rompe algo que no es de uno lo debe pagar si así lo exige el dueño. Es facultativo entrar a discutir si debería pagarse cuando el dueño no exige retribución porque hay casos de casos, hay embarradas de embarradas y personas de personas. En este caso soy la víctima y exijo mi retribución.

Soy un tipo de mucha menos edad que este cafre. Vivo en el piso de arriba de donde él tiene su oficina y el carro de mi mamá fue violentado por una perra de su propiedad. El doctor Don Jaime Luis me está viendo la cara de idiota pero no se imagina que dentro de este exterior inofensivo, calmado y ávido de justicia se despierta una venganza trapera.

Este hombre, dueño de todo el edificio me dice que no tiene mis ochenta mil pesos y yo que no le he entregado tarde ningún pago de administración, ¿debo sentirme tranquilo? No, así no vale esto ya. Es un caso estúpido, pero permite penetrar de manera ilustrativa la naturaleza humana. Cuando a usted lo están tratando como a un pendejo en su cara, faltandole al respeto, usted se pone bravo, se pone trapero, se pone salsita y usualmente responde de mala manera.
Mala o callada, o ambas.

Sé que si esta gonorrea no me paga esos ochenta mil pesos algo pierde también. Los va a pagar porque le toca o a padecerlos porque se lo ganó. Mínimo, mínimo le va a tocar contentarse con una antena puteada en su "Narco-Montero" como la que me toca aguantar a mí en el carro de mi mamá. Si le va mal, como creo la va a ir, planeo sacrificar no una sino dos antenas de su propiedad; junto a la ya nombrada sumaría la antena del "Mégane" de su hijo para duplicar el dulce sabor de la venganza. Todo deberá coincidir con la fecha de mi salida para el Grand Finale.


Menos mal soy un hombre educado,
pude llegar a la conclusión de que a huevo por ojo,
muelas por diente.

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