miércoles, 24 de septiembre de 2008

Rueda Timón, rueda fortuna

Un giro de timón, un giro de repente y la vida se le va entre las manos maestro. Si por mala suerte un motociclista está al lado suyo y usted lo omite y choca, apele a la virgen santísima para que este motociclista sepa recibir la cerrada, luego el golpe y luego el post-golpe. Ruegue para que no se caiga al piso, para que logre sortear el mareo, la ansiedad, el dolor y el desequilibrio, mantenerse en pie y no provocarle a usted, maestro, un cambio de vida un tanto radical.

Un giro de timón es un mensaje del destino y el mensaje final lo entrega la habilidad del motorista. Qué tanto pueda sortear su destino. El suyo, no el de él.

Bueno, el de él también.

Tengo buena suerte o buena virgen maestro, o los rezos de mi abuela y las peticiones de mi madre han surtido efecto protector en mi destino. No estoy afuera, lidiando con los brazos rotos de nadie, con las piernas dislocadas de nadie, con nadie herido, con la muerte, con mi destino descarrilado de su inestable centro.

Estoy libre maestro, advertido pero libre.

jueves, 4 de septiembre de 2008

2ndo grado, o Cómo el agua se vengó.

Me prende, y me apaga. Me encierra en la nevera, me toma y escupe en tragos baratos, me abusa con pastas, sopas y cosas mucho mucho peores. Y yo espero dar mi golpe durante el papayazo.

Después de miles de intentos mis estudios me llevan a deducir cual es el momento de más vulnerabilidad por parte del abusador. Existe algo que me impulsa afuera de mi prisión, un detonante y tengo que aprovecharlo.

Espero paciente a que vuelva por mí y las mías; sé que tarde o temprano lo va a hacer. Todos los días de su vida lo ha hecho. Pero no toda su vida ha tenido el loco horno microondas y yo nunca antes había estado tan segura de mis probabilidades.

En la mañana toma la llave, le da vuelta y siento el llamado; caigo fuerte en la blanca pared del calor y la mentalidad existe. Acto seguido nos mete en el horno y después de cuatro beeps nos bombardea sin clemencia, como todas las mañanas, como todas las que lo he conocido.

Sin querer queriendo ha preparado su propia receta dolorosa; ya estoy caliente y sólo espero la fracción de segundo que necesito al menos para saludarlo como merece. Mirando hacia arriba cada milésima de segundo, sin parpadear enfoco mi atención en reconocer mi entrada y no desperdiciarla.

La bolsa de té asoma y las alarmas están en su punto más ácido. Se acerca y tomo aire, y salto como las más hábiles ballenas. Capturo capilarmente la bolsa y la sobrepaso. Mientras subo a velocidad inédita, siento que hoy doy este golpe, nada me para. Con impulso me tomo el hilo, sobrepaso la marquilla derritiéndola y ataco con poder el par de dedos que de ella se encargaban -hasta antes de esta inspirada incursión-.

Pienso que las cosas no pueden salir mejor mientras veo caer la cámara cilíndrica que de tanto cruel bombardeo fue escenario. Me veo libre, me siento en el piso, me siento en unos muebles, y por primera vez en la historia, quemando un poco de la cara del abusador.