9:30pm
suena el timbre mientras juego tetris. estoy ganando, me distrae,
no paro de jugar
pierdo
no abro, arranca otro partido, no vuelven timbrar... me da curiosidad...
abro la puerta, salgo, no hay nadie...
Sigo jugando
Gano, gano, pierdo, salgo del "room"
Me pongo la pantaloneta
salgo a la calle por algo de tomar, comer
9:40pm
abro puerta de ascensor, que baja dos pisos,
abro puerta
mujer amordazada en el piso
sus manos atadas atrás, en su espalda
¿están filmando algo acaso aquí?
Sus ojos están bien abiertos
mis ojos descreen, no se acercan mucho,
tratan de entender
ella con su cabeza hace gestos
quiere que me acerque a la puerta
gente, mucha gente detrás
policía,
9:50pm
De vuelta al departamento, mis pertenencias miro
tan fácil hubiera sido ser el amordazado
el despojado
mis muñecas, sin señales de ataduras
se sienten receptáculos de fortuna
Grito a los cielos
¡Viva la luz! ¡Viva la música!
presencias salvadoras
mientras la ciudad me despide.
viernes, 10 de diciembre de 2010
domingo, 7 de noviembre de 2010
Dark Pibe
No salir de casa, nunca. Ver por las ventanas, siempre. Imaginar qué representa cada sonido, pintarse el mundo, fallar en ese intento.
Alimentar la paranoia, ahorrar dinero, no gastar a niveles tan elevados. Llamar al domicilio, cagarse en la plata, comer, tener hambre de nuevo, mirar otro numero de domicilio.
No hacer un peso.
Mirarse al espejo, odiar y amar su figura
mirarse la nariz, espicharse los granos.
tomarse el estómago, sentir el dolor
descomponerse día a día
por treinta años seguidos, más uno
coger la guitarra, pretender tocar algo, cantar, afinarla después de media hora, tocar otros dos minutos, volverla a poner en el suelo
no salir de casa, no salir del cuarto, no salir de las paredes de un cerebro que quemado pide desenchufe.
todo bien. todo bien
dice el pibe
Alimentar la paranoia, ahorrar dinero, no gastar a niveles tan elevados. Llamar al domicilio, cagarse en la plata, comer, tener hambre de nuevo, mirar otro numero de domicilio.
No hacer un peso.
Mirarse al espejo, odiar y amar su figura
mirarse la nariz, espicharse los granos.
tomarse el estómago, sentir el dolor
descomponerse día a día
por treinta años seguidos, más uno
coger la guitarra, pretender tocar algo, cantar, afinarla después de media hora, tocar otros dos minutos, volverla a poner en el suelo
no salir de casa, no salir del cuarto, no salir de las paredes de un cerebro que quemado pide desenchufe.
todo bien. todo bien
dice el pibe
jueves, 21 de octubre de 2010
Pista de baile, ojos cerrados...
...y la realidad alrededor cambia. Mi cuerpo deja de producir vergüenza y se deja ser, se rinde al libertinaje del movimiento.
Una mirada imagino siempre, se posa sobre mi, le gusta verme bailar. Eso me gusta creer. No abro los ojos para no ahuyentarla, para no darme cuenta de que no existe.
Piste de baile, ojos cerrados, sin la música no soy nada. ¿Qué dirán? Me importa, y sólo con los ojos cerrados mientras bailo me parece interesante.
No una desgracia, no una vergüenza.
Una mirada imagino siempre, se posa sobre mi, le gusta verme bailar. Eso me gusta creer. No abro los ojos para no ahuyentarla, para no darme cuenta de que no existe.
Piste de baile, ojos cerrados, sin la música no soy nada. ¿Qué dirán? Me importa, y sólo con los ojos cerrados mientras bailo me parece interesante.
No una desgracia, no una vergüenza.
lunes, 18 de octubre de 2010
En la cama de un hospital...
...alcanzo a imaginar a mi amigo, doliente y sedado. La consecuencia de una noche larga, pasada por drogas, insomnia, música y compañías dementes -empezando por la propia-. "Estoy vuelto mierda, y me voy a hacer más mierda", dijo, consciente del impacto de sus palabras.
Después de cuatro meses de depresión, dos de ellos medicados, la consecuencia de ese tipo de noche es una cama de hospital si se tiene suerte. Puede resultar también en jamás despertarse.
Su visión negativa/realista/sustentada de las cosas, su recién encontrado descreimiento de Dios. Sus karmas.
"Estoy mejor después de hablar con ella", me dijo, recién la última vez que hablamos. Había tenido contacto con una amiga suya de fervorosa fe cristiana. Me contó cómo la chica le argumentaba que él estaba siendo "víctima de ataques del enemigo", y yo pensaba lo que ambos sabíamos: "si el enemigo somos nosotros mismos".
Mi amigo, ahora doliente en cama, me deja solo. ¿Qué se supone que voy a hacer?, ¿quién me va a hablar así?, ¿quién me va a entender o criticar tan francamente?
Del hospital volvió, ahora está en su cama. Ahora lo imagino. "Triste", recién me dijo que estaba.
¿Quién me conoce como este loco me conoce? ¿Será el mismo después de esto?
En la cama de un hospital es difícil imaginar a un amigo al borde. La fortuna sonríe si después de despertar de nuevo, nuestro amigo quiera seguir aquí.
Después de cuatro meses de depresión, dos de ellos medicados, la consecuencia de ese tipo de noche es una cama de hospital si se tiene suerte. Puede resultar también en jamás despertarse.
Su visión negativa/realista/sustentada de las cosas, su recién encontrado descreimiento de Dios. Sus karmas.
"Estoy mejor después de hablar con ella", me dijo, recién la última vez que hablamos. Había tenido contacto con una amiga suya de fervorosa fe cristiana. Me contó cómo la chica le argumentaba que él estaba siendo "víctima de ataques del enemigo", y yo pensaba lo que ambos sabíamos: "si el enemigo somos nosotros mismos".
Mi amigo, ahora doliente en cama, me deja solo. ¿Qué se supone que voy a hacer?, ¿quién me va a hablar así?, ¿quién me va a entender o criticar tan francamente?
Del hospital volvió, ahora está en su cama. Ahora lo imagino. "Triste", recién me dijo que estaba.
¿Quién me conoce como este loco me conoce? ¿Será el mismo después de esto?
En la cama de un hospital es difícil imaginar a un amigo al borde. La fortuna sonríe si después de despertar de nuevo, nuestro amigo quiera seguir aquí.
domingo, 17 de octubre de 2010
En Santander
No sorprende que no los hayan encontrado. Un día llegaron a Santander, ayer, joder. Obvio que no los van a encontrar; cuando se hayan tomado Colombia, la noticia nos harán llegar. No hay duda de que no saben en qué se metieron, cayeron campo adentro donde hay bala y hay fuego. Me equivoco, Santander es una tierra de bien, joder.
Pero queda en Colombia, el país más lindo y más feo del mundo. Y no esta lejos de Venezuela donde se jodes si le duele una muela. Llegaron a quedarse, a tomarse el país, ¿por qué no cayeron donde nuestros vecinos?, ¡no necesitamos barniz!
Extra terrestres en Santander, joder, qué putas vinieron a hacer. ¿Alterar el Chicamocha?, ¿dejar otra burra mocha? No cabe duda, han caído en el cielo, saben que tomarse nuestra población requiere fuego. Los emborracharan, la corbata les "ajustaran".
Pero en eso ya tendrán competencia, las bandas negras andan sueltas sin consecuencia. De pronto eso vinieron a hacer, los extraterrestres de Santander, leyeron el potencial del colombiano y dijeron "a ese vamos a joder".
Pero esto es Colombia, el país más lindo y más feo del mundo. Para acabarnos tendrán que acabar hasta al nauseabundo, "si caes en Santander, queda en Colombia, mierda vas a comer".
Si de retos se trataba, trazaron bien la parada, adherirán a la unidad nacional en bandada. Extra terrestres en Santander, ¿qué culos vinieron a hacer? Salgan del otro lado del mundo, quizás es menos hermoso e inmundo.
Pero queda en Colombia, el país más lindo y más feo del mundo. Y no esta lejos de Venezuela donde se jodes si le duele una muela. Llegaron a quedarse, a tomarse el país, ¿por qué no cayeron donde nuestros vecinos?, ¡no necesitamos barniz!
Extra terrestres en Santander, joder, qué putas vinieron a hacer. ¿Alterar el Chicamocha?, ¿dejar otra burra mocha? No cabe duda, han caído en el cielo, saben que tomarse nuestra población requiere fuego. Los emborracharan, la corbata les "ajustaran".
Pero en eso ya tendrán competencia, las bandas negras andan sueltas sin consecuencia. De pronto eso vinieron a hacer, los extraterrestres de Santander, leyeron el potencial del colombiano y dijeron "a ese vamos a joder".
Pero esto es Colombia, el país más lindo y más feo del mundo. Para acabarnos tendrán que acabar hasta al nauseabundo, "si caes en Santander, queda en Colombia, mierda vas a comer".
Si de retos se trataba, trazaron bien la parada, adherirán a la unidad nacional en bandada. Extra terrestres en Santander, ¿qué culos vinieron a hacer? Salgan del otro lado del mundo, quizás es menos hermoso e inmundo.
domingo, 29 de agosto de 2010
Peña chacarera
Toma poco tiempo, después de penetrar este viejo galpón de compañía ferroviaria, sentir la emoción atmosférica que emana del lugar y de sus invitados. Tiene una magia especial esta noche; tienen, estas noches -claramente ha habido y habrá más como esta-, un aura de congregación sanadora.
Los rostros demuestran paz, demuestran amistad y romance como espejos del lugar. El gran galpón se divide en cuatro sectores: dos sub sectores abiertos a la gente donde se come, bebe y baila, y dos cerrados que dejan ver lo que adentro hay. Maquillajes y vestuarios.
Transmito sin bailar desde la pista de baile. Bailo, pero no como el resto, todos los que saben hacerlo. La música se detiene y luego los bailadores, ya saben lo que viene. Se sonríen las parejas, en estos aires no hay lugar a peleas.
Suben al escenario tres hombres y una mujer, asumen sus instrumentos, y ahora ejecutan en vivo. El piso rompe de nuevo en baile. Cuando se busca magia, aquí se encuentra.
El charango en manos de una mujer, acoplado con una hermosa guitarra en manos de un hombre regala un sonido que parece bajado del cielo. El veloz movimiento de las muñecas que lo ejecutan arranca malos pensamientos tan rápidamente, que al terminar una canción volvimos a nacer sin darnos cuenta. La inocencia, por unos minutos, de nuevo intacta.
Y la guitarra da el piso de memorias de lo vivido. Pre-infantes bailarines con memorias ancestrales llenan la pista, en regresión evolutiva gracias a la música del buen sentimiento, del buen dolor, de la linda añoranza.
Quienes la bailan, la respetan.
Vemos un ritual opuesto al de las danzas del contacto . Es una danza de ojos. Las vueltas son lentas, pero agraciadas. Su arraigo con la tierra y con el ritmo que las cosas deberían tener, y algún día tuvieron, hacen al baile ejecutable sólo si el corazón está bien puesto.
Se baila como se debería vivir, con una dosis de poesía y una dosis de marco. En su mayoría jóvenes bailan, pero hay gente de toda edad. Todos en regresión a las raíces andinas y al amor de música y corazón.
'Zapatéa' se le dice a quien quiere aprender, pero este ritual no se aprenderá a pocos compaces. Quienes regalan su talento y ofrecen a los novatos un gusto visual son las parejas que de manera romántica se sienten sin tocarse, se acoplan sin doblarse.
El estilo es medieval, casi, y la música irradia un aura de nostalgia sonriente y añoro. Donde en un pasado compañías ferroviarias guardaban partes, o reparaban vagones, ahora zarpan noches de deseo.
El deseo de un mundo-sinfonía inspirado por las vibraciones profundas que tocan y cambian las fibras de los novatos.
Los rostros demuestran paz, demuestran amistad y romance como espejos del lugar. El gran galpón se divide en cuatro sectores: dos sub sectores abiertos a la gente donde se come, bebe y baila, y dos cerrados que dejan ver lo que adentro hay. Maquillajes y vestuarios.
Transmito sin bailar desde la pista de baile. Bailo, pero no como el resto, todos los que saben hacerlo. La música se detiene y luego los bailadores, ya saben lo que viene. Se sonríen las parejas, en estos aires no hay lugar a peleas.
Suben al escenario tres hombres y una mujer, asumen sus instrumentos, y ahora ejecutan en vivo. El piso rompe de nuevo en baile. Cuando se busca magia, aquí se encuentra.
El charango en manos de una mujer, acoplado con una hermosa guitarra en manos de un hombre regala un sonido que parece bajado del cielo. El veloz movimiento de las muñecas que lo ejecutan arranca malos pensamientos tan rápidamente, que al terminar una canción volvimos a nacer sin darnos cuenta. La inocencia, por unos minutos, de nuevo intacta.
Y la guitarra da el piso de memorias de lo vivido. Pre-infantes bailarines con memorias ancestrales llenan la pista, en regresión evolutiva gracias a la música del buen sentimiento, del buen dolor, de la linda añoranza.
Quienes la bailan, la respetan.
Vemos un ritual opuesto al de las danzas del contacto . Es una danza de ojos. Las vueltas son lentas, pero agraciadas. Su arraigo con la tierra y con el ritmo que las cosas deberían tener, y algún día tuvieron, hacen al baile ejecutable sólo si el corazón está bien puesto.
Se baila como se debería vivir, con una dosis de poesía y una dosis de marco. En su mayoría jóvenes bailan, pero hay gente de toda edad. Todos en regresión a las raíces andinas y al amor de música y corazón.
'Zapatéa' se le dice a quien quiere aprender, pero este ritual no se aprenderá a pocos compaces. Quienes regalan su talento y ofrecen a los novatos un gusto visual son las parejas que de manera romántica se sienten sin tocarse, se acoplan sin doblarse.
El estilo es medieval, casi, y la música irradia un aura de nostalgia sonriente y añoro. Donde en un pasado compañías ferroviarias guardaban partes, o reparaban vagones, ahora zarpan noches de deseo.
El deseo de un mundo-sinfonía inspirado por las vibraciones profundas que tocan y cambian las fibras de los novatos.
martes, 24 de agosto de 2010
Dulce tortura capitalista
Rompiendo el cascarón salgo de casa. Puede resultar normal, pero para los ermitaños auto designados es digno de anotación. Salgo y busco un libro. Un libro busco y busco y no encuentro. No mamá, el que busca no encuentra, no siempre.
Aceptando la misión como fallida tempranamente, y sin pistas sobre el paradero de la luz del trofeo encuadernado, sigo caminando. Hay que aprovechar el sol pre primaveral.
La calle parece un centro comercial, mucha ropa cara en las vitrinas, mucha niña bonita caradeculo en las calles. Y paso a paso, vitrina a vitrina, mujer bonita a mujer bonita que jamás devuelve las miradas, me golpea la gran realidad.
Soy un ermitaño capitalista bipolar.
Busco paz en ver vitrinas de lugares donde jamás compro ni compraré, y la encuentro... quizás la idea de saber que los lugares no son para mí, y aun así estoy ahí, cerca, viendo a los muchachos probándose las nuevas zapatillas, o a la niña midiéndose un nuevo vestido me reconforta: una película de la vida real: 'Las compras de los otros'.
De pronto no hay explicación para tal gusto más allá de la tortura.
Mis botas llevan conmigo tres años... mis 'tenis' bonitos cuatro y se les nota. Viene siendo hora de comprar nuevas cosas, pero no hay con qué, así que se camina en búsqueda de un libro y al no encontrarlo, se vive la fantasía de ser una persona con poder de compra ilimitado.
Y toda esta pensadera de caminante consumista me da hambre.
¿Dónde comer? ¿Dónde comprar?
Encuentro la tranquilidad comprando víveres básicos en el supermercado chino. Acepto esto, ni siquiera comprando -la parte de dar plata no es la más cómoda-, es entrando, escogiendo y llenando la canastita que mi cabeza deja de revolotear.
Es mi terapia. Le hablo a los productos, ellos me hablan de vuelta.
Y me calmo y pienso que no sólo es el 'super' chino es el verdadero ícono común a los barrios porteños, sino que demuestra capacidades para calmar mi ímpetu. Los mitos acerca de cómo apagan sus neveras en la noche y su comida puede ir no siendo la más fresca del mercado -manteniendo aún así precios más elevados que en otros supermercados mayores- no me afectan, tengo estómago para todo...
Hasta para ser un ermitaño capitalista. Rompiendo el cascarón salgo de casa.
Aceptando la misión como fallida tempranamente, y sin pistas sobre el paradero de la luz del trofeo encuadernado, sigo caminando. Hay que aprovechar el sol pre primaveral.
La calle parece un centro comercial, mucha ropa cara en las vitrinas, mucha niña bonita caradeculo en las calles. Y paso a paso, vitrina a vitrina, mujer bonita a mujer bonita que jamás devuelve las miradas, me golpea la gran realidad.
Soy un ermitaño capitalista bipolar.
Busco paz en ver vitrinas de lugares donde jamás compro ni compraré, y la encuentro... quizás la idea de saber que los lugares no son para mí, y aun así estoy ahí, cerca, viendo a los muchachos probándose las nuevas zapatillas, o a la niña midiéndose un nuevo vestido me reconforta: una película de la vida real: 'Las compras de los otros'.
De pronto no hay explicación para tal gusto más allá de la tortura.
Mis botas llevan conmigo tres años... mis 'tenis' bonitos cuatro y se les nota. Viene siendo hora de comprar nuevas cosas, pero no hay con qué, así que se camina en búsqueda de un libro y al no encontrarlo, se vive la fantasía de ser una persona con poder de compra ilimitado.
Y toda esta pensadera de caminante consumista me da hambre.
¿Dónde comer? ¿Dónde comprar?
Encuentro la tranquilidad comprando víveres básicos en el supermercado chino. Acepto esto, ni siquiera comprando -la parte de dar plata no es la más cómoda-, es entrando, escogiendo y llenando la canastita que mi cabeza deja de revolotear.
Es mi terapia. Le hablo a los productos, ellos me hablan de vuelta.
Y me calmo y pienso que no sólo es el 'super' chino es el verdadero ícono común a los barrios porteños, sino que demuestra capacidades para calmar mi ímpetu. Los mitos acerca de cómo apagan sus neveras en la noche y su comida puede ir no siendo la más fresca del mercado -manteniendo aún así precios más elevados que en otros supermercados mayores- no me afectan, tengo estómago para todo...
Hasta para ser un ermitaño capitalista. Rompiendo el cascarón salgo de casa.
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